Cuchulain (Extraído de textosmagicos.com)

"Sus hazañas le ganarán el aprecio de los hombres y estarán en boca de todos. Reyes, sabios y guerreros cantarán sus alabanzas, pues este niño vengará las injusticias que los afligen, luchará en sus combates y paliará sus necesidades."

sábado, 5 de febrero de 2011

Primeras impresiones...

No voy a mentir.
Esta última semana, en la que decidí regresar a Túnez, no ha sido la más tranquila para mis nervios. Digo nervios porque uno no está del todo seguro de regresar a un país del que tuvo que salir en mitad de unas revueltas populares harto conocidas. Si el sábado pasado me hubiesen dicho que hoy estaría aquí, escuchando (como acabo de hacerlo, a las 19.19 hora local) la llamada del almuédano a la oración, me habría reído y habría dicho un: "No digas tonterías, que las cosas allí no están claras aún." Y, sin embargo, al día siguiente, me informaron desde Túnez que la situación ya se estaba normalizando, tanto, que incluso lo más raro es el toque de queda.
Si he de decir que ni me lo pensé en comprar billete de regreso, no mentiría; porque si me lo pienso, no regreso.

El vuelo lo compré para ayer viernes, a las 12.45, desde Madrid, por lo que madrugué, cogí el tren temprano hacia la capital y, sin complicaciones, tuve que esperar casi 2 horas en la zona de los que estamos destinados a volar. Fue un vuelo sin incidentes, donde pude dormir un rato no sin antes ver una de las maravillas que ofrece la naturaleza: una tormenta vista desde arriba.




Cuando sobrevolábamos Túnez, mis pensamientos eran: "Y pensar que hace tres semanas, en este suelo, se ha vivido la primera revolución de este siglo de un pueblo contra su Gobierno y, sin embargo, qué insignificante se ven estos actos desde esta altura", "Cuánta tranquilidad se respira a vista de pájaro, donde los problemas humanos son ajenos a la vastedad de lo que nos rodea",... Incluso, cuando el avión ya comenzaba a descender y los edificios quedaban más cerca, no encontraba respuesta a otros interrogantes como "¿Qué me encontraré en este "nuevo" Túnez?".

El avión aterrizó "algo" forzado, la verdad.

La primera sorpresa vino en aduana, cuando, a diferencia de la anterior vez, vi que estaban casi todos los mostradores con agentes de aduanas, casi todo, mujeres que, con sonrisa (o mueca parecida) daban la bienvenida mientras controlaban nuestro paso. La segunda sorpresa fue que, una vez recogida la maleta y previo a salir de la zona de aduanas, donde el 2 de enero me topé con más de 10 policias que, incluso, me registraron las maletas, en esta vez había un único policia que más bien estaba aburrido de estar allí. Al cruzar la puerta, decenas de tunecinos esperando familiares o amigos esperaban con cámaras de video el reencuentro con los viajeros.

No daba crédito. donde hacía apenas tres semanas era el lugar con más caos de todo el país, ahora, incluso, había un grupo de jóvenes tunecinos que cantaban alegremente el reecuentro con sus seres.

Y, no muy lejos, ese colectivo de rapaces taxistas a la busca y captura del turista al que timar en su primer paseo hacia la ciudad. Cambié dinero en uno de los puestos banqueros que hay en el aeropuerto y, junto a dos españolas que tengo como vecinas en el mismo edificio donde tengo alquilado el piso, buscamos un taxi (al que nos negamos el pagarle la exorbitante cifra que pedía, sabiendo que de los 10 dinares que le pagamos, nos timaba por 4 dinares, pero era algo "aceptable") y nos vinimos hacia Tierra Santa: nuestros respectivos pisos.

Durante el camino, la primera imagen que se me apareció en el paseo en coche fue ver calles llenas de actividad: coches, taxis, autobuses, motos, gente en las calles,... ¡Como si nada hubiese pasado! Pero sí, sí había pasado. Y me di cuenta cuando, al llegar al piso, llamé a la casera para que me diera la llave del piso.

Estaba esperando y con una sonrisa de oreja a oreja (no voy a negar que el ver a sus inquilinos hizo que en sus ojos apareciese el símbolo del dólar) nos dio la bienvenida a los tres que acabábamos de llegar. Pero no era eso lo que más me impresionó: cinco minutos más tarde de subir a mi piso, llamaron a la puerta y era la casera, que me traía toda la comida que hacía tres semanas había abandonado en la casa. Ahí estaba, con una sonrisa en la que, no solo me transmitía confianza con ella, sino con la situación en el país, me transmitía falicidad por algo que, supongo, escapa a mi entendimiento como persona que no ha sufrido toda su vida dos dictaduras seguidas y se ve liberalizada ante un futuro esperanzador. Y así era, pues le pregunté, con mi árabe cascado y ella contéstandome que todo estaba bien: Lá bas, la bas, al-hamdu li-Lah, era su respuesta, "todo está bien, gracias a Dios".

No tardé en coger dinero e ir a dar una vuelta al barrio, a comprar algunas cosas que faltaban, como pan. Y, para mi asombro, era cierto lo que Tira, que así se llama la dueña del edificio, me había dicho: las calles estaban tomadas por ciudadanos que paseaban, reían, tomaban el té, se chillaban por cosas cotidianas,... Como si no hubiese pasado nada.

Pero no, sí, había pasado, y si miraba bien, podía apreciar los cambios: algunas tiendas saqueadas en los días pasados tenían sus persianas (rotas) echadas. Pero, ¿qué mayor síntoma de tranquilidad el ver que, incluso, el supermercado perteneciente a la familia "huida" estaba abierto, el Monoprix? Así que, allí hice la compra y regresé a casa a descansar.

Al día siguiente, es decir, hoy, me levanté sin prisa, la verdad. Mi objetivo era dar una vuelta hasta Le Passage. Así que, eso hice. Y más de lo mismo: todos los comercios abiertos, gente comprando, sentadas en las terrazas de las cafeterías disfrutando del sol que ha hecho hoy. Me compré la comida, vine a casa y, después del descanso digestivo viendo una serie en el portátil, esta tarde he vuelto a salir a la calle, dirección Avenida Habib Bourguiba: era el único sitio donde quería descubrir esa normalidad.


Fuí por la Avenida de París, una de las transversales e importantes a la Habib Bourguiba y más de los mismo: puestos ambulantes en las calles de sortijas baratas, niñas y menos niñas comprando, regateando con los jóvenes tenderos, proyectos de jóvenes músicos que salían a descansar de su hora de ensayo en el Conservatorio de la ciudad, y las calles de llenas de gente, cientos de personas paseando y disfrutando de la tarde.

Solo se salía de la normalidad que, salpicando aquí y allá, vigilando, habían grupos de militares que, desde la sombra, proveían de seguridad a su pueblo.

Y, para los que conocían este país antes de los sucesos, había un cambio más grande: esa repelente foto de un ser en pose altruista que está por encima del Bien y del Man con su mano en el corazón, que antes llenaba las calles a modo banderolas de verbena en una fiesta patronal de un pueblo de la España más castiza, ahora solo era un recuerdo olvidado de las calles.

Y esta ha sido mi primera toma de contacto a mi regreso al país de los jazmines...

1 comentario:

Dangadar dijo...

A modo de postdata de este post diré que, es la segunda vez en menos de un mes que, cuando cambio euros por dinares tunecinos, me dan más dinero del que me pertenece. La otra vez me dieron 20 dianres de más (unos 11 euros). Esta vez me han dado 110 dinares de más (unos 60 euros de más).
No me voy a quejar en ese aspecto jejeje