Cuchulain (Extraído de textosmagicos.com)

"Sus hazañas le ganarán el aprecio de los hombres y estarán en boca de todos. Reyes, sabios y guerreros cantarán sus alabanzas, pues este niño vengará las injusticias que los afligen, luchará en sus combates y paliará sus necesidades."

martes, 18 de enero de 2011

Un paseo por el Túnez revolucionario... in situ.


Lo que empezó siendo un viaje por estudios, se convirtió en una salida atropellada del país. Para mí, todo comenzó el día 2 de enero, día en el que dormí por primera vez después de muchos años, en ese país. Las noticias que se daban de los acontecimientos de los últimos días, nada hacían presagiar lo vivido en las últimas horas. Por lo menos, no las noticias locales, amañadas por un régimen moribundo.

Los primeros días allí transcurrieron con normalidad: las calles estaban abarrotadas de gente que compraban, paseaban, disfrutaban de los buenos días que el sol ofrecía. El centro comercial del barrio de La Fayette, el Champion, se llenaba todas las tardes de jóvenes y no tan jóvenes que disfrutaban de la tarde comprando ropa o, simplemente, saliendo a comer y a cenar en los puestos de comida del lugar. El Instituto Bourguiba, dos calles paralelas a este centro comercial, iba llenándose poco a poco de estudiantes de todos los países que venían a realizar sus estudios de idiomas a este país, sin sospechar en ningún momento que una semana más tarde tendrían que hacer sus maletas y salir corriendo del país. Incluso, el sábado 8 de enero, por la noche, las calles del centro estaban llenas de jóvenes (varones, todo hay que decirlo) que salían a divertirse en los bares de la zona donde el alcohol era la tónica general y, cuando uno se retira, los puestos de comida rápida ofrecen suculentos platos de comida para recomponer el cuerpo.

Fue el lunes, cuando las preocupantes noticias que llegaban desde España sobre lo que estaba ocurriendo en el centro de la capital, comenzaron a preocupar a los extranjeros que estábamos aquí. La ciudad estaba comenzando a tener manifestaciones y altercados con las fuerzas de seguridad en el centro, en la Avenida Habib Bourguiba. Por la noche, el expresidente Ben Alí cerró todos los centros educativos.

En la calle comenzaba a olerse el perfume a jazmín revolucionario.

Esa noche, hubo los primeros muertos en la capital.

El martes, el ambiente comenzó a enrarecerse. El silencio era la primera muestra de que algo raro sucedía en la capital: grupos de hombres que tomaban el té mirando sin mirar, sin hablar, escuchando, esperando. La cosa no pintaba nada bien en la capital. Sin embargo, esa misma tarde salí a pasear por la medina: solo la presencia masiva de la policía frente a La Poste, edificio de correos entre la calle de Roma y la Avenida de Habib Thameur, hacía que el paseo de la gente fuera tenso.

El miércoles por la mañana fui a la Biblioteca Nacional de Túnez, pero la orden seguía vigente y se encontraba cerrada. Cuando salí por la tarde, a las 17.00, mi sorpresa fue que todas las tiendas de la zona estaban cerradas y se respiraba un ambiente raro en la ciudad. A pocos metros se había producido una manifestación en la que las fuerzas de seguridad se habían empleado con contundencia, por lo que los prudentes comerciantes habían optado por recoger los bártulos. A las 19.00 me avisaron de que se había decretado el toque de queda desde las 20.00 hasta las 5.30 de la mañana y que no se podría salir a las calles en esas horas. Allá a las 22.00 me dio por salir al balcón. Todo estaba en silencio, ni un alma por la calle, cuando me pareció oí el sonido de los disparos en la lejanía. Supuse que serían imaginaciones mías…

Al día siguiente, como sabía que todo sería un status quo, decidí ir a la Embajada Española, a inscribirme para decir: eh, que estoy aquí. Allí me informaron de la situación, que “no era para alarmarse tanto, que hiciera caso a las autoridades, que respetara los toques de queda y que no visitara las zonas conflictivas del sur y centro del país ni los barrios periféricos de la ciudad, que con estas recomendaciones, no iba a pasar nada”. Después de eso, me fui a comprar comida, pues había oído que al día siguiente habría huelga general. Fue cuando me crucé con un grupo de españoles: varios alumnos de otras nacionalidades ya habían comenzado a irse del país. Las tiendas estaban abarrotadas de gente nerviosa, comprando todo lo que podían, a precios nada habituales: estaban disparados. Y apenas quedaba nada. Cuando por la tarde decidí bajar la basura, tuve que salir corriendo, pues una marabunta de personas huían de algo: gases lacrimógenos a menos de cien metros de donde me encontraba, en un lugar conocido como Le Passage. Era día de no salir de casa. La sorpresa llegó una hora más tarde, cuando estaba comiendo. ¿Eso que escucho son disparos? Ciertamente, eran disparos.

Se puede apreciar el sonido de los disparos. 13/01/2011

No dejaban de sonar. Provenían del centro de la capital. Y así cada cierto rato. La gente esta asomada a sus terrazas, expectantes, grupos de personas vigilan desde las esquinas, esperando un algo que no llega. Mientras tanto, yo seguía allí aquí, decidiendo si regresar a España o esperar. Esa noche, Ben Ali (o el de Los Chichos, como le llamamos cariñosamente algunos estudiantes españoles), anunció que ya no se presentaría a las siguientes elecciones, que levantaría la censura en internet y otras “libertades” que, siendo al principio bien recibidas por el pueblo (debajo de mi casa se formó una concentración espontánea de mujeres, niños y jóvenes que gritaban al cielo y reían, contentos), fue una máscara lejana a la realidad, pues, una de las cadenas censuradas en el país, Al-Jazeera, preguntó si ya era el momento de poder tener una sede en el país. Las autoridades dieron un silencio tenso como respuesta: el cambio estaba condenado a ser una falacia mientras no hubiese un cambio de actores.


La gente sale a festejar las palabras del presidente Ben Alí. 13/01/2011


El viernes, cuando abrí las ventanas, la huelga general mantenía en silencio la capital. En las calles, pequeños grupúsculos de personas esperaban, no sé qué, pero esperaban. Las noticias hablaban de calma en el centro de la ciudad, a tan sólo mil metros de donde vivía, donde una manifestación pacífica se había concentrado a las puertas del Ministerio del Interior. Donde la policía impedía el paso a la muchedumbre, aguantando ese ímpetu de “gatillo fácil” al que estaban acostumbrados. Pero Ben Alí, la noche anterior, les ordenó no disparar a la multitud. Una falacia temporal, pues no tardaría mucho en llamar al ejército también para contener esta marea humana que se estaba congregando en la Avenida Habib Bourguiba. A las 15.00 del viernes, un compañero del instituto, de nacionalidad americana, que se alojaba en un hotel de esa avenida, me llamó asustado, pues, al salir a la calle, se tropezó con una muchedumbre que huía despavorida: las fuerzas de seguridad habían comenzado de nuevo a trabajar de la manera que sabía: con brutalidad acorazada. Decenas de personas ensangrentadas, otras tiradas en el suelo, vomitando por el efecto de los gases lacrimógenos. Parecía un campo de batalla. Y a partir de aquí, comenzó la incertidumbre. Facebook se convirtió en el testigo directo de cientos de personas (video 1) donde se decía lo que la tele callaba, mientras las calles se llenaban del humo de los enfrentamientos (Foto 1).



Foto 1: El humo proviene de la Rue du París, a 500 metros de mi casa. 14/01/2011


Video 1: Acaba de ser abatido un manifestante en la Avenue Habib Bourguiba. Video de Tarek Guevarache 14/01/2011

Fue cuando me di cuenta de que esto iba a ir para largo y que, después de llevar unos días sin poder desarrollar las tareas por las que había venido al país, lo mejor sería irme pues, como me temía y los días siguientes han confirmado, el abastecimiento de comida, los saqueos, la inestabilidad en general, iban a ser la tónica reinante. Y así fue: ese viernes, el toque de queda se estableció a las 18.00 y, a partir de esa hora, las calles de la ciudad quedaron desiertas. La noche llegó, y con ella, el sonido de los disparos y, sobre nuestras cabezas, un helicóptero patrullando. Esa noche fue difícil conciliar el sueño, con el sonido de las armas y la sirena en el cielo como canción de cuna (video 2).

Video 2: La noche se rompe con el sonido del helicóptero del ejército.

La mañana del sábado, la incertidumbre se reflejaba no solo en el aire, sino en las caras de las pocas personas que se atrevían a salir a la calle tras una noche en la que los saqueos y el pillaje fueron la B.S.O. de esta particular película. Ir al aeropuerto no iba a ser tarea fácil, pues se recomendaba no salir a la calle y, en caso de que no hubiese más remedio, intentar no coger taxis, pues los había del bando cleptómano. Suerte que uno suele tener teléfonos de confianza en el móvil y pude llegar al, quizás, el lugar más seguro de todo Túnez: el aeropuerto de Carthage, custodiado por el ejército y al que había que pasar tras una estrecha vigilancia.

Lleno de extranjeros y de tunecinos que lo primero que intentaban era cambiar la moneda local por otra de más valor, pues quedarse con una moneda que podía hundirse en los mercados no era una opción a tener en cuenta. Y, miraras donde miraras, no había un solo hueco: el aeropuerto estaba masificado. Los ojos solo buscaban una cosa: la pantalla que mostrara el vuelo deseado, apretando los dientes por no ver el temino “cancelled”, ya que los retrasos, en ese día, serían la tónica. Estrechamente vigilados por la "secreta", poco a poco el aeropuerto fue quedando vacio. Sin embargo, los pasajeros del vuelo con destino a Madrid tuvimos la mala suerte de ver ese letrero. Cancelado a las 18.00, sin explicaciones ni información de ninguna clase, nos quedamos encerrados allí, pues no estaba permitido salir del edificio debido al toque de queda. La embajada, si es que te cogían el teléfono o te devolvían la llamada, lo único que decían era que la información que ellos tenían es que los vuelos a España sí iban a salir ese día. Sobre la Embajada de España en Túnez, mejor no hablar en este momento, pues ya tendré lugar a ello en un próximo post.

Desde el aeropuerto, se podía ver la humareda que salía desde la capital, supuestamente, de uno de los centros comerciales más grandes de Túnez. 15/01/2011

Finalmente, tras tener como informadores e interlocutores a los periodistas que nos llamaban desde los diferentes periódicos de España, depsués de la lucha de muchos padres de jóvenes que habían viajado a este país para celebrar su graduación, y tras los balbuceos de un Gobierno (que me da igual el color que tenga) que no ha estado a la altura de las circunstancias, Iberojet mandó un avión a las 03.00 de la madrugada con el que pudimos salir de ese país, dejando atrás a una población que soñaba con la esperanza de un futuro mejor pero despertaba en una realidad donde la incertidumbre y lo impredecible será el pan de cada día hasta hoy.

Los españoles atrapados en el aeropuerto acuden a facturar: por fin van a salir del país. 16/01/2011


Entrevistas en el día de la espera en el aeropuerto en:

El periódico La Razón 16/01/2011

El periódico El Mundo 16/01/2011

El Periódico de Villena 20/01/2011

El periódico Información

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