Cuchulain (Extraído de textosmagicos.com)

"Sus hazañas le ganarán el aprecio de los hombres y estarán en boca de todos. Reyes, sabios y guerreros cantarán sus alabanzas, pues este niño vengará las injusticias que los afligen, luchará en sus combates y paliará sus necesidades."

lunes, 7 de marzo de 2011

Cuando el amor se lleva tu dinero... Historia real de un alemán en Túnez


Existen en el mundo patas que andan porque un motor extraño las impulsa, y cuya masa cerebral está ahí sin pena ni gloria, simplemente por el hecho de que la naturaleza ha puesto "algo" ocupando ese espacio llamado cráneo que todo animal tiene. Es el caso de cierto bichejo humanodie miskin que anduvo por las calles de Túnez a principios de marzo. Historia que conoció quien palabrea este patético relato...
Habiendo salido en busca de un futuro hospedaje donde acudir tras las jornadas de estudio y labor, cuyo precio de alquiler no fuese excesivo y las comodidades no brillasen por su ausencia, quien suscribe dio de bruces con el lateral de la Catedral de Túnez. Allí se topó con varias personas, entre ellas, una especie de vigilante de Tierra Santa que le brindó (sin necesidad de qahua) la amabilidad de sus respuestas.
Cerca, en el grupo de personas que allí se congregaban, con cara tristona y ojos a punto de agua, se encontraba un ser venido de las tierras del norte, cerca de Frankfurt. Había llegado en busca del cálido, dorado y sensual amor que estas tierras, vía internet, le había prometido.
Sin hacer mucho caso a la situación que allí se cocía, caballero narrante (de narrador) paseó su mochila llena de libros recién adquiridos en dirección a su posible y próximo lugar de hospedaje, pero el infortunio hizo que nadie le abriera las puertas. Acompañado por el amable vigilante, regresó a los aledaños de la Catedral a esperar a la ama de llaves de la hospedería.
Allí seguía el don Juan alemán, cuya historia se narra a continuación.
Rodeado de pequeñas arpías autóctonas, entiéndase por arpías cierto tipo de bellas mujeres que, sin nada mejor que hacer, aparentando consolar, buscaban el escarnio y el goce a través del infeliz payaso, quien repetía su desgraciada historia una y otra vez. Había llegado a tierras paganas hacía poco, bajo promesas de oro, mora amorosa, y una eternidad, incluso, bajo los designios del Islam. Tras unos días de desenfreno con el amor virtual de su vida, el pobre don Juan, sin catar carne alguna, pero accediendo a todos los requerimientos de su anhelada ninfa, gastó sus ahorros en ropas, restaurantes, y demás bienes terrenales; perdió su control y quedó en la calle, sin más pesar que el orgullo herido de quien ha sido estafado, engañado y vilipendiado por una hermosa (¿hermosa?) damisela de oscura tez y sonrisa de diamantes (de esto segundo, poca es la certeza de que así fuera habiendo observado algunas dentaduras al azar) que se largó llevándose los sueños de un bobo amante.
Él era joven, apenas treinta y pocos, alto y con una tripa cervecera digna del más típico alemán, tenía el pelo entrado en canas, con algunas hebras grises. De tez rolliza, pálida, ojos claros y tristones, una sonrisa estúpida a modo de presentación, y una voz que invitaba al llanto.
- Yo la quiero. Estoy enamorado de ella – repetía sin cesar -. But she left me alone. She got all my things.
A su alrededor, las pequeñas arpías, cuatro para ser exactos, hablándole en un inglés, trataban de hacer razonar al personaje en cuestión. ¿Razonar? Ese hombre hacía de todo menos razonar. Sin más pertenencias que una mochila, farfullando un idioma parecido al inglés pero que más se parecía al alemán mezclado con algún tipo de salsa pastosa, miraba en todas direcciones. Las palabras de las arpías resonaban en su cabeza, una cabeza hueca donde el amor frustrado obnubilaba su primitivo entendimiento. La más arpía de todas, que en este caso era la más bonita de todas (suele serlo siempre), en un perfecto inglés, acudía a la mofa inteligente. No es que el autor de esta historia lo sea, pero pillaba sus burlas y se reía con ellas (¿quién era más arpía? ¿Ellas? ¿O los cómplices espectadores del patetismo don juanero?). Esta sátrapa, incluso, accedió a llamar al teléfono de la princesa huída, quien prometió que llamaría a su caballero ¿azul? dentro de dos días.
¡JA! Fue la tónica general, pero el pobre diablo creyó esas palabras. Sea como sea, en un momento dado de la tarde, el mal femenino voló de allí, llevándose su menosprecio con ellas, aunque mucho se temía el narrador que esta historia iba a ser la comidilla de sus próximos ágapes.
Allí quedaron tres: el mancillado, el vigilante y el afortunado espectador, estos dos, sin poder ocultar la sonrisa ante la jocosa situación, trataban de hacerle ver al pobre chaval que se la habían colado doblada. Momento en el que apareció la más alta eminencia de la Cristiandad allí, su señor el Arzobispo quien, intentando disimular la burla, sus ojos traslucían la risa contenida al tiempo que trataba de animar a la enamorada alma de que:
- Regrésate a tu país y, si vuelves a Túnez, que sea de turismo. Nada de viajes de amor virtual.
Pero el rollizo amigo salió por los cerros de Úbeda, tergiversó sus palabras, y de su boca solo salía un:
- Sé que ella me quiere. Incluso me hubiese convertido al Islam por ella. Me voy. Adios. Bye. M‘a salama.
Y dejando una estela de patetismo tras él, desapareció envuelto en una muchedumbre que no sabía de amores eternos. “Allá ellos”, pensaría, “pues mi corazón, aunque herido, está henchido de amor no consumado.


No hay comentarios: